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El Espacio de Rinaldi

jueves, 26 de agosto de 2010

Un Posible Puente Entre la Inflación y el Ratio Deuda/PIB


La Relación Deuda/Producto en la República Argentina, PARTE II: la Conexión con la Inflación
Por Juan Martín Rinaldi
Luego de concluir en la PARTE I que la evolución del ratio deuda/producto para el año 2009 en Argentina se aproximaba a un 70% y de definir en forma sucinta los caminos a seguir a los fines de evitar que esta creciente tendencia afecte de alguna manera la estabilidad económica del país, se presenta la posibilidad de extender el análisis y trazar un puente que lo conecte con otra variable que ha adquirido el carácter de centro de especial atención en la Argentina del último lustro: la inflación.
Ahora bien, la gran pregunta que sobreviene a esto es: ¿cómo afectaría esta variable a la relación deuda/producto? Bajo mi perspectiva, debería verificarse una relación decreciente (de cualquier morfología funcional) entre la variable inflación y el ratio deuda/PIB. Sin embargo, esta apreciación sería vaga y, por lo tanto, incorrecta, de no introducir un conjunto de supuestos bajo los cuales esto podría llegar a ser verdadero, a saber:
1. El análisis ubícase en un punto específico del espectro temporal y pretende verificar una relación cortoplacista que no necesariamente parte de una situación de equilibrio.
2. Las conclusiones extraídas no pueden adquirir el carácter de generales, ya que se deberán observar las características propias de la economía sobre la que se pretende verificar la relación. De ninguna manera se puede practicar un procedimiento de inducción desde lo propuesto aquí y trasladarlo a nivel macro.
3. El resultado primario se expande ante la presencia de inflación más de lo que se contrae por efecto de la misma (se avanzará más sobre ello en las páginas siguientes).
4. Los agentes económicos tienen menos incentivos para cumplir con sus obligaciones tributarias cuando el contexto es inflacionario.
5. El stock de deuda tiende a permanecer constante a lo largo del tiempo.
6. La tasa de inflación presenta una relación creciente con la tasa de crecimiento.
7. La tasa de interés a la que se coloca la deuda tiende a permanecer constante, puesto que a pesar de que se reclame un incremento de la misma para absorber el efecto negativo de la inflación sobre los rendimientos de los tenedores el poder de negociación se encuentra concentrado en el Estado, es decir, en el emisor de la deuda.
Habiendo asentado el análisis bajo los cimientos de los supuestos antedichos, procederé a exhibir los argumentos que respaldan esta relación entre las variables mencionadas. Los mismos, aclaro nuevamente, deberán ser vistos a la luz del corto plazo y siempre ubicándonos en un momento preciso del tiempo. Bien, partamos desde lo fundamental, es decir, ante la presencia de inflación:
 
1.Si el PIB se calcula a precios corrientes, manifestando un crecimiento mayor al real (PIB a precios constantes) la relación deuda producto cae, aún cuando la disponibilidad de divisas para enfrentar los pagos de capital e intereses no haya aumentado o cuando inclusive ha disminuido.

2. El resultado primario se vería virtualmente aumentado debido a una recaudación tributaria superior por la existencia de las mismas alícuotas ante bases crecientes por efecto de la inflación. Esto último debe considerarse amortiguado por dos efectos en sentido inverso:
a. Menor recaudación efectiva por presencia del efecto Olivera-Tanzi: recuérdese que el desfasaje temporal entre el devengamiento de la obligación tributaria y el de su efectivo pago perjudica la recaudación y, por lo tanto, los recursos del Estado debido al deterioro de las sumas involucradas por el efecto erosivo de la inflación.

b. Desincentivos al cumplimiento de obligaciones tributarias por disminución en el poder adquisitivo: un agente económico cuyo poder adquisitivo decae con el transcurso del tiempo por el impacto inflacionario tendrá menores incentivos para el cumplimiento de sus deberes fiscales.

 Sin embargo, estos dos efectos adversos al nombrado en primer lugar serían más débiles en un país con presión tributaria importante como el caso de la República Argentina ganando el efecto a favor de la recaudación (acrecentando el resultado primario). Observar supuestos 3 y 4.

 Sólo resta aclarar, bajo este punto, que ya es fácil observar que si un país calculase su PIB a precios constantes (pretendiendo aislar de la variable a la inflación) el decaimiento de la relación bajo estudio sería ineludible por consecuencia de lo anteriormente mencionado, sin perjuicio de lo que se verá en adelante.

3. La visión mundial sobre el país que experimenta inflación genera desconfianza en inversores y organismos de crédito internacional que presionan a la estabilidad del stock de deuda e impiden que este crezca desmedidamente (sobretodo si hablamos de países con historial de defaults). Además, la disipación de retornos en títulos de deuda (sin mencionar la falta de incentivos a la inversión que posee una población víctima de un entorno inflacionario) debido al crecimiento sostenido del nivel de precios haría más dificultosa su colocación y por ende no habría muchos motivos que apoyen la emisión de muchos de ellos.
Nótese la importancia vital que adquiere este punto argumentativo, a pesar de tratarse de un factor enteramente cualitativo. Se establece que el stock de deuda tiende a permanecer constante en virtud de la desconfianza que inspira un país hacia los organismos internacionales de crédito combinada con la baja aceptación que tendrían sus títulos de deuda. Esto fortalece el supuesto 5 y le da un especial protagonismo al mismo dentro de lo que se pretende defender.

4. Una tasa de inflación elevada (dentro de límites razonables) significa baja tasa de desempleo (curva de Phillips) y ello presiona al crecimiento del stock de bienes y flujo de servicios a nivel agregado (PIB), lo cual disminuye también la relación deuda/PIB.

Algunos antecedentes históricos que respaldan el argumento.
En principio, uno podría imaginarse que la inflación podría ser perfectamente una salida para que los países endeudados licuaran su deuda, disminuyendo su endeudamiento y haciendo cargar con esto a los tenedores nacionales e internacionales de su deuda (perjudicándoles por depreciar el poder adquisitivo de su moneda en forma indirecta a través de mecanismos muy conocidos como la emisión monetaria). Es efectivamente lo que sucede, pero lo que no se estaría considerando es el efecto nocivo de una excesiva inflación en el contexto interno de la economía. Al respecto, tómese en cuenta la situación de la Weimarer Republik entre 1921 y 1923 en la que un apresuramiento excesivo por el cumplimiento de las obligaciones alemanas respecto de los aliados engendró una emisión febril que terminó por destruir al país ya devastado económicamente por la Primera Guerra Mundial, sumiendo a su pueblo en la peor de las caídas del bienestar que haya registrado la historia económica.
Sin ir demasiado lejos, la Argentina post dictadura manifestó períodos de hiperinflación debido a la emisión de dinero inorgánico para respaldar un creciente gasto público. También lo vivieron en su momento el Brasil y el Perú.
También el reciente caso de Zimbabwe, país que decidió emitir una suma gigantesca de dólares zimbabuenses a los fines de cambiarlos por dólares estadounidenses para cumplir sus obligaciones con el FMI. A consecuencia de ello se desató la inflación y no tardó en llegar la hiperinflación cuando la disciplina en la emisión monetaria dejó de existir, dando paso a una etapa en la que se perdió la propia moneda nacional, siendo reemplazada por el dólar estadounidense y por el Rand Sudafricano.
Bien, hasta ahora además de hablar de hiperinflación no se ha nombrado nada productivo respecto del endeudamiento. Lo interesante es que en todos los casos mencionados, durante la etapa previa a la hiperinflación, es decir, en el período inflacionario, las obligaciones de los respectivos países en relación a su producto decayeron como consecuencia de los argumentos mencionados en páginas anteriores. Pero, obsérvese que todo a costa de una pérdida extrema del poder adquisitivo de la moneda, procesos de pérdida de la moneda nacional, en fin, a costa de la destrucción del sistema económico interno desde su corazón mismo: el subsistema monetario.
Esto nos da una lección histórica de lo que no se debe hacer. La emisión de dinero inorgánico genera indefectiblemente inflación, puesto que, tal como lo afirman los monetaristas, la tasa de emisión supera la capacidad de absorción que la demanda de dinero presenta en un determinado momento en el tiempo. A la vez, perjudica a los tenedores nacionales e internacionales de títulos de deuda y, simultáneamente, reduce el ratio deuda/PIB.
Al respecto, el Licenciado Alejandro Marcó Del Pont cita en su trabajo “EEUU: Inflación y Deuda” un informe emitido por el NBER (National Bureau of Economic Research) de los EEUU, en el que se menciona el interés que tiene el mencionado país por estudiar el efecto de la inflación en la deuda nacional y extranjera puesto que es visible la posible reducción del abultado déficit norteamericano a través de una sensible tasa de inflación que licúe virtualmente su deuda. La pregunta que sobreviene es, ¿cuán elevada debería ser para que llegue a cumplir su objetivo sin perjudicar el sistema económico norteamericano? La apreciación merecería el desarrollo de un modelo matemático que arribe a una tasa de referencia, pero se debe reconocer la elevada complejidad del mismo en función de la enorme cantidad de factores que debería considerar.
Se ha revisado en forma global el efecto de la inflación en la relación deuda producto y, a través de un conjunto de supuestos y argumentos se ha concluido que la misma debe ser decreciente bajo alguna morfología matemática funcional en términos aproximados. Es objeto de revisión lo mencionado respecto de este comportamiento, debiendo ser observado con extremo cuidado y siempre que lo permita la situación particular en la que se lo desee aplicar. Bajo ninguna circunstancia se deberá considerar saludable para la economía de un país inducir inflación para licuar su deuda, puesto que, como se ha visto, por lo general esta inyección inflacionaria tiende a producir problemáticas extremadamente más difíciles de resolver que la que se pretendía solucionar (el remedio sería peor que la enfermedad). Sin embargo, debería existir una tasa de inflación tan baja como fuera posible que maximizara el efecto licuación y minimizara el efecto pernicioso sobre la economía, circunstancia merecedora de un estudio extremadamente más complejo que escapa a los alcances del presente trabajo.